Si hablamos de rockabilly a día de hoy, uno de los primeros nombres que se nos van a venir a la cabeza es el de la irlandesa Imelda May que, junto a su banda, fue la encargada de dar el pistoletazo de salida anoche al ciclo veraniego Madgarden Festival, que tendrá lugar durante el mes de julio en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense. A pesar del agobiante calor que lleva asolando Madrid casi una semana, a medida que bajó el sol el recinto se fue llenando de un público de lo más variopinto, incluyendo desde jóvenes luciendo tupés y vestidos de vértigo hasta familias con niños, para conseguir una entrada más que considerable, que se apreciaba tanto en un graderío como en una pista bastante abarrotados. Puedes ver una galería completa de fotos aquí.
Pero a eso de las 20:30 de la tarde, con el sol todavía dando sus últimos coletazos de fuego sobre la complutense, se subieron al escenario los locales Lucky Dados, veterana banda de rockabilly y rock’n’roll que, durante 45 minutos. Hicieron gala de ritmazo, especialmente de la mano de su carismático bajista, Carlos López, y compartieron una batería de temas trepidantes que arrancaron los primeros bailoteos entre los que iban llegando a la pista. Especialmente detacable la versión del Personal Jesus de Depeche Mode plagada de ricos arreglos de viento.
Hubo que esperar a que el sol se ocultara completamente y a que la flamante luna llena se dejara ver sobre las nubes para que Imelda May y su banda subieran al escenario, poco antes de las diez de la noche. Ofrecieron un concierto de cerca de hora y media en el que se metieron sin dificultad alguna al público en el bolsillo desde los primeros minutos. La voz de la May fue impecable en absolutamente todos los momentos de la actuación y su banda funcionó como un reloj suizo: las dosis perfectas de virtuosismo para aportar brillo y dinamizar el espectáculo, con algún solo de guitarra o de trompeta aquí y allá, pero siempre al servicio del conjunto, de hacer que la carga instrumental del concierto fuera compacta y precisa y, por supuesto, llevara la voz de Imelda May todavía un poco más alto.
Hubo algunas versiones, como el Spoonful de Willie Dixon y, con muchísimo éxito, el Bang Bang (My Baby Shot Me Down) que popularizó Nancy Sinatra, solamente con la ayuda de un ukelele y la voz de la May poniendo la carne de gallina. Si bien el recinto tal vez fuera un poco grande como para decir que Imelda y su banda se mostraron cercanos al público, si que lograron conectar con éste a la perfección, haciéndole cantar casi completa It’s So Good To Be Alive y arrancando verdaderos bailes elaborados en la pista, generando un ambiente festivo en el que el calor y las preocupaciones dejaron de importar un poquito. La naturalidad de Imelda May compensó la distancia a la que se encontraba el escenario, demostrando que, aunque es la estrella del espectáculo y su voz es único, su actitud no es de divismo o superioridad.
Completaron un concierto intenso, muy divertido y de una calidad técnica excepcional, en el que se volvió a comprobar la extraordinaria conexión de la dublinesa, con su acentazo irlandés en el que parecía que la única vocal comprensible era la “u”, y el público madrileño, que ya le hizo dos sold-outs el pasado otoño y que ayer acudió en tropel a bailar y a cantar en la Complutense. Fue un arranque por todo lo alto, con una sonido delicadamente ajustado y unas bandas muy entregadas.
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